La noche no era oscura,
se vislumbraban las siluetas de los árboles
abrazándose, desahogando el calor
que por el día respiraban.
El cielo estaba lindo, estrellado,
se miraba todo tan cerca
como si los ojos fueran telescopios.
De pronto y sin aviso,
una estrella cayó del cielo
y fue a dar al ápice de un árbol.
Se formó un incendio gigantesco
donde se fundían hojas y ramas
sombras y sueños.
Se incineraron los temores,
y volaban las chispas por el aire.
El fulgor desprendido era eufórico
la noche se iluminó de algarabía
parecían fuegos artificiales
celebrando alguna fiesta.
Yo, un poco alejada para no quemarme
pensé en ti. Vi tus pupilas brillando
como las pupilas de un niño.
Escuché tu voz diciendo: mira
el cielo se está cayendo, ven.
Sentí tu abrazo protector y así
desperté algo desorientada
mirando al cielo, sintiendo
la humedad del césped
donde me había quedado dormida.
©Vicky Toledo
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